domingo, 27 de octubre de 2013

ME VOY Y VENGO - AHÁTA AJU

Se sabe con certeza, de acuerdo con trabajos científicos, experi­mentos y muchos estudios, que el ser humano tiene su ritmo bioló­gico, es decir, un reloj natural que regula sus funciones, formas de ser y de actuar. El aháta aju`, me voy y vuelvo, es la patética y sim­pática materialización de un estilo de vida regido de acuerdo con el reloj biológico.

El paraguayo "común y silvestre" se despide de un cóctel o de un velorio y dice "aháta aju ". En realidad, esto es pura palabrería de rutina. Eso no se va a cumplir. Es una tácita despedida con unas mentirillas piadosas de cordialidad. No se va del todo (no sea que comiencen a hablar mal de él apenas se vaya), pero tampoco regre­sa.

Se fue, pero no se fue. Su presencia-ausencia está allí flotando en el ambiente. Definitivamente, aháta aju es una pícara filosofía de omnipresencia y bolaterapia típica paraguaya.

El ritmo biológico natural del paraguayo lo hace un tipo tran­quilo, aparentemente lento. El púa tarara es una excepción llamati­va.

Conjuntamente con el aháta aju surge el última "horaitépe", otra gran institución paraguaya. Deja todo para última hora. "Para qué piko me voy a apurar", si en el Paraguay todo término o fecha tope se va a prorrogar de seguro. Así deja transcurrir el tiempo y las fechas de vencimiento para actuar recién última horaitépe.

El paraguayo de tierra adentro mantiene su ritmo biológico. Su reloj biológico funciona también para los cambios políticos, so­ciales y culturales. Además de asustarle, no cree en los cambios brus­cos, pues él no conoce de grandes catástrofes naturales, como terre­motos, maremotos, erupción de volcanes. Su microclima es como su macroclima.

Su pasar cansino pareciera pensar: "el que se apura, se ahoga". Por lo tanto no asume ni le entra en su cabeza una revolución ver­dadera, un proceso que irrumpa, cambie, trastoque y ponga todo cabeza arriba.

Para el paraguayo, la "revolución" no pasa de ser un simple cambio de personas y mandamases. El Paraguayo diría "se dio vuel­ta la tortilla".
Pero estamos hablando de la misma tortilla que simplemente se dio vuelta para freír el dorso de la misma moneda.

Él no cree, no tiene fe en un cambio real. Tanto lo engañaron que quien propone un verdadero cambio es un poco loco o un men­tiroso.

Nada en el Paraguay cambia tan bruscamente. El ritmo natu­ral de la siembra y la espera confiada para la cosecha, las lluvias, el verano, las temporadas de naranjas y sandías, el invierno no tan crudo pero sí muy breve, todo hace que no tengamos mucha expe­riencia de cambios radicales profundos ni estructurales de fondo. El Paraguay no va a cambiar radicalmente. Pero aunque sea "sa’i sa'i", algo estamos cambiando.

Sin embargo, puede cambiar la situación si encontramos líde­res, "tendota" de verdad, honestos, trabajadores y patriotas, que hoy hagan visualizar el bien común y la justicia social como meta alcan­zable y necesaria.



Fuente: MÁS PARAGUAYO QUE LA MANDIOCA (8ª EDICIÓN ) - Por ANÍBAL ROMERO SANABRIA